LA DIVINA COMEDIA DE DALI

La ilustración de La divina comedia fue un encargo del Gobierno italiano a Salvador Dalí, con motivo del 700 aniversario del nacimiento de Dante Alighieri en 1965. «Es uno de los proyectos más importantes de mi carrera», declaró el pintor español, sobre las cien acuarelas que preparó para ilustrar los textos.

Dalí eligió los temas para las cien ilustraciones del encargo, 33 para cada uno de los tres cantos del poema: el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, y una más para la introducción, y se ufanó en público de que le hubiesen elegido para un proyecto de estas dimensiones. En cada una de las 100 acuarelas, Dalí usa su imaginación para crear una imagen representativa de cada parte del viaje de Dante y Virgilio.

El orgullo nacional de algunos sectores de la sociedad italiana se sintió herido por la designación de un pintor nacido fuera de Italia para esta celebración. Dado el cariz que tomaba el asunto, el gobierno italiano decidió rescindir el contrato y anular el encargo a Salvador Dalí.

Seguro de que encontraría interesados para su trabajo, Dalí continuó con su tarea. Trabajó durante cinco años en las acuarelas y supervisando las planchas de xilografía, que fueron realizadas por los artesanos Jacquet y Taricco: 3.500 tacos xilográficos, uno por cada color y 35 por cada ilustración, todos tallados a mano.

La edición de La divina comedia ilustrada por Dalí, fue presentada en seis volúmenes, con el texto de Dante traducido al francés por Julien Brizeux. En ella se deja constancia del esfuerzo realizado: «Esta edición […] ha requerido de cincuenta y cinco meses de trabajo, paciente y asiduo. Comenzó en abril de 1959 y terminó el 23 de noviembre de 1963».

En  1983, el gran pintor latinoamericano Osvaldo Guayasamin, terminaba importantes murales en España, entre ellos el del aeropuerto de Barajas, por encargo del gobierno español. El pago recibido decide invertirlo en un piso en Madrid y en obras de arte. De esta forma adquiere  de manos de Dalí cien xilografías de la Divina Comedia, quién además las firma personalmente como un gesto hacia el pintor ecuatoriano.  Al fallecer Guayasamin en el año  1999, su nieto Pablo Guayasamin Madriñan las adquiere, tras un acuerdo familiar,  para su colección privada y de ellas 15 grabados llegan hoy a la ciudad de Ancud gracias a la gestión de Corporación Aldea Rural y la Corporación Cultural Municipal de Ancud.

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